Mindfulness y autocompasión
Hay dos componentes principales en mindfulness. Por una parte, el componente básico mantener la atención centrada en la experiencia inmediata del presente: ser conscientes de lo que sucede en el presente inmediato y estar abiertos a nuestros procesos y experiencias internas tal y como ocurran, sin imponer expectativas ni preconcepciones. El segundo componente es la actitud con la que se aborda: curiosidad, apertura y aceptación Es este segundo componente el que entronca directamente con la compasión: en la práctica mindfulness todo lo que uno emprende y prueba para facilitar el cambio lo hace creando sentimientos de calidez y de sostén dentro de sí mismo. Esta calidez, tolerancia y comprensión es la compasión. Por eso las prácticas centradas en la compasión se añaden a los procedimientos estándar y pueden ser uno de los ingredientes clave del cambio.
Su efectividad se explica porque se ha comprobado que la compasión, y más específicamente la dirigida hacia uno mismo, estimula el mismo sistema de relajación. Confiada que se activa en las relaciones seguras que experimentan los niños con sus padres a edades muy tempranas: cuando se dan este tipo de relaciones seguras y tranquilizantes, se activa de forma natural el sistema regulador ante la amenaza y se favorecen los sentimientos de seguridad, satisfacción y bienestar que hacen posible un desarrollo sano. En mindfulness estamos desarrollando empatía, comprensión, amor, compasión, con nuestra propia experiencia y con nosotros mismos: tenemos una visión de seguridad con nosotros mismos y consecuentemente nos conectamos, sintonizamos y resonamos con nuestros procesos internos, con nuestro yo más nuclear.
Pensamientos y sentimientos
Centrarse en el cuerpo y en la respiración, las visualizaciones y el escribir cartas compasivas son prácticas que pueden utilizarse para avanzar en la capacidad de desarrollar pensamientos y sentimientos compasivos, comportamiento compasivo y atención compasiva. Cuando las personas se sienten amenazadas es posible que no puedan acceder a su sistema afectivo de relajación y tranquilidad. Con estas prácticas podemos entrenarnos en desplazar el enfoque del sistema de amenaza al de relajación.
Cuando entra en una habitación una persona llena de pánico u odio, lo sentimos inmediatamente y, a menos que seamos muy conscientes, este estado empieza a afectarnos a nosotros también. Del mismo modo, al estar cerca de personas llenas de paz y bondad nos contagiamos de ese estado. La psicología ha documentado este hecho como “contagio emocional” o resonancia límbica. Su causa son las neuronas espejo. Estamos hechos para resonar como las cuerdas de un mismo violín. Hay una base neurológica para la resonancia, para la compasión, que son las neuronas espejo. Esta empatía natural es parte del cerebro social, un circuito neuronal que conecta íntimamente las relaciones humanas, una tendencia biológica hacia la compasión.
La compasión no es una lucha ni un sacrificio. Es algo natural e intuitivo. A través de la meditación expandimos de forma natural los límites de la conciencia a la compasión hacia todos los seres, como si formaran parte de nuestra familia. Aprendemos que, aunque la compasión esté oculta debido al miedo o a los traumas, podemos despertarla de nuevo.
Nuestro cerebro antiguo, heredado de los reptiles, solo piensa en comer, luchar, huir y reproducirse; son los instintos para sobrevivir. Pero los seres humanos también hemos desarrollado un cerebro nuevo y compasivo.
Fuente: Escuela Transpersonal