Espacio mindfulness
Los adultos a menudo creemos que solo merecemos cuidados y ternura cuando somos niños, pero en realidad los necesitamos a lo largo de toda la vida. Cuando somos adultos también necesitamos alguien que nos cuide. Y a ti, ¿quién te cuida? Cuando eras pequeño, había al menos una persona encargada de cuidarte, de darte seguridad y amor: una madre, un padre, unos abuelos, un familiar cercano… ¿Cómo te cuidaban? ¿Qué valores y creencias te han legado? Esto es importante, porque tendemos a convertirnos en el padre o madre que tuvimos en la infancia. Y es que de niños aprendemos inconscientemente, imitando a quienes nos rodean.
La diferencia entre los cuidados que necesitamos cuando somos niños y los que necesitamos cuando somos adultos es que un adulto es independiente y, por tanto, responsable de cuidar de sí mismo. Es decir, que los adultos tenemos que llevar dentro a nuestro propio cuidador interior.
Los adultos llevamos dentro nuestra propia madre interior
¿Cómo es tu cuidador interior? ¿Quieres descubrirlo? Con papel y lápiz si quieres, hazte esta pregunta acerca de cómo te cuidaron tus padres cuando eras pequeño.
La rutina:
¿Qué he aprendido de mi padre y madre? Haz un listado doble con las cosas positivas y negativas que has aprendido de ellos. Lo positivo son los elementos que nos gustaría incorporar a nuestra vida diaria y legar a nuestros hijos, y lo negativo son las cosas que preferimos no continuar haciendo.
¿Y si mis padres no fueron perfectos? Normal, nadie es perfecto. Hicieron lo que pudieron. Pero ahora que tú eres adulto, puedes decidir qué clase de madre o padre quieres ser para ti y para los demás. Recuerda que solo podrás cuidar a los demás en la medida en que hayas aprendido a cuidar de ti mismo.
Decide qué clase de madre o padre quieres ser
Así que manos a la obra. Para cambiar o potenciar algunos aspectos de tu cuidador interior vamos a utilizar una técnica de visualización. Cuando hablamos de hacer una visualización estamos aprovechando que el cerebro no distingue bien entre la realidad y la ficción. Te pondré un ejemplo: imagina que le pegas un bocado a un limón, redondo y jugoso. Es solo imaginación, pero vas a sentir inmediatamente cómo se contrae la boca y hay más saliva, como si estuvieras comiéndote el limón de verdad. Así funcionan las visualizaciones: nos ayudan a integrar cualidades y metas a nuestras vidas simplemente imaginándolas.
Visualiza a tu cuidador interior
Para visualizar a tu madre, padre o cuidador interior…
Encuentra un lugar donde no te distraigan. Relájate en una posición confortable, respira despacio… Disfruta de la calma… Cierra los ojos… Y, cuando te sientas tranquilo, empieza:
Imagina cómo te gustaría que te hubiesen cuidado de pequeño. Tal vez hubieras querido tener a alguien sereno que te hiciese sentir seguro. Tal vez hubieses deseado a una persona capaz de compartir y celebrar tus alegrías, o alguien que sencillamente siempre estuviera a tu lado, incondicionalmente, al margen de tus éxitos o fracasos.
Siente las cualidades de tu cuidador interior dentro de ti
Conecta con eso que hubieses deseado, y que necesitas ahora para tu propio bienestar. Imagina a ese cuidador interior de forma clara y concreta. Sigue relajándote y sintiendo físicamente que las cualidades de tu cuidador interior forman parte de ti, y que puedes recurrir a ellas cuando quieras.
Cuando ya sientas a tu cuidador interior, con esas cualidades que te dan paz y alegría, empieza a moverte y abre los ojos poco a poco. Conecta con esas sensaciones de cuidado y de amparo cada vez que las necesites
¡Están dentro de ti!
EL LIBRO DE LAS PEQUEÑAS REVOLUCIONES
250 RUTINAS EXPRÉS
PARA MEJORAR TU DÍA A DÍA
ELSA PUNSET
Psicología Montesol