Elige salir del dolor
Cuando algo nos duele solemos querer quitarnos el dolor, aunque frecuentemente no sabemos cómo. Te gustaría tener una pastilla que te lo quitara de una vez que no existe. Lo que hay que hacer paradojicamente es tomar conciencia del dolor y sentirlo plenamente. Cuando nos resistimos a algo, éste persiste. Es como cuando tenemos una herida. Lo primero que hay que hacer es drenarla y limpiarla bien con un desinfectante, aunque nos dé miedo lo que va a doler. De no ser así, se infecta y dura mucho más.
Muchos de nosotros no somos conscientes de lo que sentimos en el cuerpo. Hemos aprendido a dejar de lado las molestias, las tensiones e incluso a convivir con ciertos dolores durante tiempo. Vamos al médico cuando el dolor es persistente e insoportable, pero éste es una indicación de que algo no va bien; por tanto, hay que atenderlo cuando surge.
Emociones, sensaciones, sentimientos..
Cuando nos damos cuenta de qué sentimos, cómo lo sentimos, dónde lo sentimos, y nos permitimos dejar que esas sensaciones, sentimientos y emociones pasen a través de nosotros, en vez de bloquearlos para no sentirlos, el dolor va bajando en intensidad. El dolor está hecho de emociones y sensaciones y sentimientos o explicaciones que nos damos a nosotros mismos acerca de lo que estamos sintiendo.
Es tan importante que no nos quedemos inmersos en la sensación de malestar, como que no la bloqueemos. En un primer momento tomamos posturas extremas: pasamos del “no puedo vivir sin mi pareja” a “cómo la odio”. Estos cambios tan pendulares nos hacen sentirnos desorientados y confusos. Es como si estuviéramos en la montaña rusa. Por un lado, nos sentimos perdidos sin ella, y por otro no queremos volverla a ver por el daño que nos ha hecho.
Nada dura eternamente
Para salir del dolor tenemos que poner la atención en nuestro cuerpo y dejar que pase a través de nosotros. Hacer todo lo contrario a lo que hemos venido haciendo, que es resistirnos a sentir lo que estamos sintiendo. Por ejemplo, si noto que tengo el corazón acelerado y que esto va acompañado de respiración entrecortada, si percibo cambios en la temperatura y me sudan las manos y me preocupo y me digo a mí mismo persistentemente: “Esto no puede ser”, “Estoy mal”, “Estoy enfermo”, “No controlo”, “¿Qué me pasa?”, etc., entonces lo que hago es incrementar el malestar.
Si, por el contrario, noto los síntomas que he descrito y me digo a mí mismo: “Parece que estoy nervioso, o un poco acelerado, voy a ver qué puedo hacer para relajarme y cambiar este estado…”, entonces al tomar conciencia de lo que siento y dejarlo pasar a través de mí voy a irme relajando y el malestar desaparecerá poco a poco. Nada dura eternamente.
Es importante que aprendamos a reconocer nuestras emociones y sentimientos para ver qué nos están indicando y aprender a liberarlas o regularlas para sentirnos equilibrados y centrados.
BOTIQUÍN PARA UN CORAZÓN ROTO
VICTORIA CADARSO
Psicología Montesol