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Un 10% de los varones que acuden al gimnasio pueden sufrir vigorexia

Resumen de contenidos

Vigorexia

“Necesito hacer deporte a diario y me miro cada dos por tres al espejo para ver cómo va el desarrollo de mis músculos. Todas las semanas voy a la farmacia a ver si subo o bajo de peso, cada 15 días me mido los músculos para ver si aumento las medidas. Me siento culpable cuando como una pizza y a veces incluso he hecho después 20 minutos de trote para compensar (…)\». Conclusión, ¿tendré vigorexia?”. Este es el mensaje de ayuda que un joven anónimo lanzaba en un foro de musculación. Tras asegurar que se había alarmado cuando su madre le enseñó un artículo de vigorexia y vio que cumplía con algunos síntomas de este trastorno.

Los vigoréxicos, adictos al ejercicio físico, suelen pasar desapercibidos al camuflarse entre quienes simplemente quieren ponerse en forma. Pero varios estudios aseguran que hasta un 10% de los varones que cada día van al gimnasio pueden sufrir este trastorno. Desgarros musculares y artritis o problemas renales son algunas de las consecuencias de abusar del ejercicio y seguir una dieta estricta. El cóctel se vuelve más explosivo cuando también hay consumo de anabolizantes: aumenta el riesgo de problemas cardíacos o de hígado.

Obsesión por un cuerpo musculoso

Siguen una dieta estricta libre de grasas, no conciben un día sin ir al gimnasio, se miden cada semana los músculos para ver si han aumentado de tamaño. Y no dudan en tomar sustancias ilegales como anabolizantes con el objetivo de ponerse cachas en un tiempo récord. Son los vigoréxicos, personas adictas a hacer ejercicio y obsesionadas con ganar tono muscular, una patología con rasgos similares a los trastornos alimenticios o de conducta y que padece casi uno de cada diez varones que acuden a un gimnasio, según diferentes estudios.

“Los vigoréxicos tienen una imagen distorsionada de sí mismos. Se ven siempre muy diminutos y esto les lleva a obsesionarse con ganar músculo y se vuelven adictos al ejercicio físico”, señala la psiquiatra Ana García, de la Asociación de Bulimia y Anorexia de A Coruña (Abac), donde también atienden a este tipo de pacientes.
El principal problema de la vigorexia es que suele pasar desapercibida. “Es muy difícil detectar que una persona tiene este problema porque estamos en una sociedad que promueve el ejercicio físico, porque es cierto que es saludable, en la que parece que todos tenemos que ir al gimnasio… Es complicado ver la frontera entre lo saludable y la patología”, señala Ana García, quien da las claves para saber cuándo hacer ejercicio se ha convertido en algo más que un hobby. “La clave está cuando ir al gimnasio interfiere en la vida personal: cuando alguien empieza a no quedar con sus amigos, a faltar al trabajo por ir al gimnasio”, señala esta psiquiatra. Quien añade: “No se trata tanto de la cantidad de horas que vayan al gimnasio como de los efectos que tiene en su vida cotidiana”.

Recomendaciones

Los cambios de conducta son uno de los signos que pueden despertar la alarma entre los allegados de los vigoréxicos. “Su obsesión por el ejercicio hace que dejen de ocuparse de otras cosas, tienden a aislarse, rinden menos en el trabajo…”, señala Ana García, quien asegura que son pocos los que reconocen su adicción y piden ayuda. “En cuatro años que llevo en Abac, solo hemos tenido un caso. La mayoría no acude a tratamiento hasta que la familia le da un ultimátum”, sostiene.

Pese a que todos los médicos recomiendan hacer ejercicio de forma periódica para mantener un buen estado de salud, abusar de él también tiene sus consecuencias para el organismo. La sobrecarga de peso afecta a huesos, tendones, músculos y articulaciones. -Estos pacientes suelen sufrir desgarros, traumatismos o desarrollar artritis- y a ello se suma una dieta libre de grasas pero con exceso de proteínas. “En general, la dieta que sigue la mayoría de la población ya tiene más proteínas diarias de las que necesita el organismo. Abusar de ellas puede provocar un deterioro renal”, señala el médico del Servicio de Endocrinología del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac) Fernando Cordido.

Sustancias peligrosas para la salud

A estas consecuencias para la salud física y mental se suman los riesgos de consumir sustancias tóxicas para ganar tono muscular. Anabolizantes y hormonas son dos de los grandes aliados para quienes quieren muscularse de forma rápida. Medicamentos en su origen diseñados para tratar ciertas patologías y que ahora, gracias al mercado negro -especialmente por internet-, se utilizan con el único fin de tener un cuerpo más atlético. Sus efectos pueden incluso acabar con la vida del usuario.

En el caso de los esteroides anabolizantes hay efectos “muy graves”, según reconoce en su web la Asociación de Culturismo natural de España, donde también aclaran que consumir hormonas para muscularse puede derivar en “aumento de la viscosidad en la sangre, mayor riesgo de ataque al corazón, hipertensión o artrosis acelerada, entre otros”. En este sentido, un estudio de la escuela médica Harvard de EEUU entre deportistas de un gimnasio que consumían anabolizantes y que se musculaban de forma natural, reveló que quienes se dopaban tenían cambios en el funcionamiento del corazón que elevaban el riesgo de “sufrir un fallo cardíaco o muerte súbita”.

Dar el paso de pedir ayuda

Los expertos reconocen que el consumo de estas sustancias es habitual entre los vigoréxicos. Internet es uno de los medios más sencillos para adquirirlos, pero también para resolver cualquier duda sobre ellos. Foros de musculación explican las características de los anabolizantes, cómo inyectarlos, cada cuánto tiempo o cualquier otra cuestión. Todo ello incluso con videos en los que usuarios de estas sustancias muestran cómo deben administrarse exactamente con las jeringuillas para evitar peligros.

Una vez que el vigoréxico decide dar el paso de pedir ayuda debe someterse a un tratamiento multidisciplinar, según informan desde la Asociación de Bulimia y Anorexia de A Coruña. “Es preciso un tratamiento integral”, resalta la psiquiatra Ana García. Una de las primeras actuaciones girará en torno a la estricta dieta que siguen estos pacientes. “Aquí tenemos un comedor terapéutico y lo ideal es que vengan por allí para observar sus preferencias, sus aversiones…”, indica esta experta, quien añade que también hay que trabajar con la familia para que ayuden al paciente. Otra acción es la terapia psicológica, que puede acompañarse de tratamiento con medicamentos si hay alguna otra patología añadida como “depresión o insomnio”.

FUENTE Diario de Mallorca • Noticia

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